Respirando viento sur

Escrito por Matías | 22 de septiembre de 2009 23:57 | Dejame un comentario (los del globito ya escribieron)

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Tengo que admitir que esta soledad autoimpuesta no sólo aporta experiencias circenses y jocosas como convivir con fruta fermentada en la heladera, lavaderos inundados y vecinos que probablemente no deseen verme pasear desnudo por mi comedor. Es también un acento. Quiero decir, saber que desde el rincón más recóndito de tu casa hasta la puerta sólo estás vos, te expone de tal forma que a veces es preferible dormir en una cama de hielo.
Pero también hay que ser conciente de las sonrisas camufladas, de la felicidad escondida.
Yo no sé definir la felicidad pero sí sé que hay momentos en los que me sorprendí feliz. No estoy hablando de amor ni de personas sino más bien pensando en el disfrute pleno de una situación. Recién me pasó.
Hoy tenía ganas de cocinar y decidí preparar calabazas rellenas con jamón, arvejas, morrón, queso y huevo. Tenía las tres hornallas encendidas, una para la calabaza, otra para hervir las arvejas y el huevo y, la tercera, con la pava. Estaba comenzando a preparar lo que sería mi cena. Con los dedos habría las vainas y quitaba las arvejas de adentro para cocinarlas. Desde el comedor sonaba Azules Turquesas de Lisandro Aristimuño y, como tenía las manos ocupadas, me incliné hacia la mesa para tomar el mate caliente que tenía cebado. Un juvenil viento de cuentos me despeinó las cejas. Aunque inmerso en la más simple cotidianeidad me sentí libre. En lo pequeño. En lo minúsculo. Pero libre.

Comentarios (1)

Sublime.

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