Madrid, día 4.
Escrito por Matías | 2 de junio de 2010 11:47 | Dejame un comentario (los del globito ya escribieron)
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Estoy en España y digo "vale". O sea... "vale". No digo "ok", sino "vale". Cualquiera. Si mi amiga Juli me escuchara se reiría más que cuando me escuchó hablar en portuñol. Creo que también se indignaría un poco porque pensaría que me quiero hacer el español; pero no es así, me sale naturalmente. Siempre se me pegan los regionalismos.
En los días como hoy, Madrid hace que te cagues de frío.
Nota: Má, quedate tranquila que salí con campera y gorrito.
Hoy fui al Museo de Arte Reina Sofía. Vi muchas obras de Picasso y me di cuenta de que me gusta mucho.
Tienen una sala entera donde sólo están El Guernica, muchos espectadores y dos personas que todo el tiempo escrutan al público y gritan "¡No foto! ¡No foto!". A mí me dio curiosidad y le pregunté a una que por qué no se podía sacar fotos y me djo que la gente siempre se olvida de sacar el flash y que la obra "se ha deterioriado considerablemente". Ahí tenés.
Mi conflicto con la pintura resurgió. Ojo, yo sé que me pasa por ignorante pero posta que no me genera nada cuando veo un lienzo blanco con una raya negra. A ver... yo sé que no es "un lienzo blanco con una raya negra", probablemente sea la angustia del pintor por la infinita lejanía de la realización de las utopías de los pueblos oprimidos mientras que el universo indiferente se expande dejando galaxias a su paso, condensado en una raya negra. Y quizás el tipo miró durante horas el lienzo y tuvo un proceso introspectivo profundísimo, le cortó una pierna a su hija, obligó a su mujer celíaca a comerse un tostado de jamón y, con toda su bronca, culpa y angustia fue a su taller y "¡zas!" dio el pincelazo.
Ponele. Pero no se me ocurre eso.
Igual, ojo, me doy cuenta de que soy un ignorante y es más, si escucho a uno que dice algo como "¡joder, tío, que eso hasta podría hacerlo yo!", me empaco para el carajo. No, tontito. No, cerebrito de nuez, poca cosa, caca. Vos no podrías hacer ni eso. No le digo nada, eh, pero pienso unas barbaridades que ni te cuento.
En el Museo de Miró todo fue distinto. Tuve guía, explicó todo y todas las rayas en los lienzos tuvieron sentido.
Así está bien, me gusta.
Me estoy congelando. Hasta después.
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