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Matías
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15 de junio de 2010
2:11
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No es que esté empecinado en hacer un post escatológico pero necesito compartir esta reflexión: Qué garrón que es hacerse caca encima.
Me agarro la cabeza de sólo pensar en esa situación.
Afortunadamente hace muchos años que no me pasa, pero guardo en mi memoria la sensación de cuando sos chico y te hacés caca. Primero que nada, es indisimulable. Te delatan casi todos los sentidos... táctil, visual y olfativo. O al menos eso siente uno en ese momento. Capaz no se nota, eh, pero a uno le agarra esa paranoia, ese sudor en el cuello. Es como tratar de pasar un porro en un aeropuerto. Estás por pasar por el scanner y decís "ya está, cagué, seguro que el porro sale en los rayos X y caigo preso". Y por boludo encima, porque quién va a ser tan boludo de pasar un porro en un aeropuerto? Pero en el caso del porro es más fácil porque el propio instinto de supervivencia hace que te caiga la ficha y decís "no, Horacio, date cuenta de que pasar droga en un aeropuerto es algo para lo que no estás capacitado. Jamás pudiste robarte ni unas lentejas de chocolate de un almacén, mirá si vas a poder pasar faso en el aeropuerto de Katmandú". Entonces Horacio va al baño, relojea para los dos lados, hace como que tose y tira la evidencia envuelta en un Kleenex en el inodoro y todos felices y a respirar. ¡Pero con la caca no se puede! La caca está ahí. Y aparece el gran dilema que tantas noches tuvo sin dormir a Platón: disimular o no disimular. La simulación de que nada está sucediendo incluye tomar el boxer, slip, culotte, bombacha o vedetina por el elástico y levantarlo hasta por encima de la cadera y poner los bracitos en jarra para sostenerlo ahí, trenzándose en lucha contra la gravedad. La exagerada cara de naturalidad, gracioso andar, sudor en la frente y apuro develan la verdad de la dramatización y pueden causar que una vecina desprevenida pregunte: "¿Horacio, usté está con colitis?", que es la forma en la que las vecinas preguntan si uno se hizo caca encima.
A veces me pasa en el trabajo que juego a imaginarme que me hago caca y cuando me doy cuenta de que estoy pensando en eso me empiezo a reir. Solo. Me imagino sentado en mi box y pispeando para buscar el momento oportuno en el que puedo ir al baño sin escalas, sin nadie que se me cruce para preguntarme que qué hice el fin de semana. Entonces llego y empiezo a tramar y pensar estrategias para salir airoso de esta situación desesperante y avergonzante. Como ya sabemos no hay una solución establecida. Lo importante es tener fe. Hay que quedarse sentadito, quietito y esperar a que las cosas se resuelvan solas. Porque ya lo dijo mi amiga la brasilera-hippie-vegetariana: "Si tiene que ser, va a ser".
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Matías
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10 de junio de 2010
1:18
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Este blog, este proyectito que surgió de la necesidad de escribir y compartir pavadas que claramente no son tragedias amorosas, por lo que no encajaban en Del primero al último, recibió sus primeras 2000 visitas.
Me pone contento, eh.
Hasta el próximo post.
Matías.
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Matías
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8 de junio de 2010
0:57
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Después de ver Tiempo para caballos borrachos no se te dibuja una sonrisa en la cara hasta al menos el día siguiente.
Te deja en el cuerpo una mezcla de bronca, angustia, desazón. Asco, repulsión. Como comer carne humana.
Es triste, pero no como I am Sam. No vale el ya va a pasar. No, no va a pasar. Porque es verdad. Es miserablemente verdad.
Tiempo para caballos borrachos es una de esas pelis de medio oriente que me gusta ver. Bueno, no sé si me gusta ver, porque ahora me siento como mil muertes juntas. Pero las tengo que ver.
Es el primer largometraje de Bahman Ghobadi, el mismo director de Las tortugas pueden volar.
A pesar de todo se las recomiendo. Pero sepan que les va a cagar el día.
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Matías
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4 de junio de 2010
1:19
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Hoy es un día perfecto para ver El Viaje de Chihiro.
También conocida como Spirited Away y Sen to Chihiro no kamikakushi, esta peli resulta ser mi favorita.
Hay un sitio que se llama mondosonoro.com que antes tenía una sección en la que recomendaba películas. Un día entré y leí sobre Everything is Illuminated. Decidí bajarla y verla. Me pareció una peli excelente, la disfruté mucho. Tiempo después entré de nuevo y vi que la siguiente película recomendada era El Viaje de Chihiro. Tenía menos expectativas que la primera vez pero igualmente la bajé.
Yo no veo una peli así nomás. Quiero decir, me gusta ponerme cómodo, acomodar la luz, preferentemente tener comida cerca, asegurarme de no tener ni frío ni calor, etcétera. Yo todavía vivía en la casa de mis papás. Acondicioné mi cuarto para la ocasión y le di play. La peli empezó con un ritmo moderado. Le fui dando espacio al argumento, conociendo a los personajes, dejándome vestir por la música. La historia transcurre suave, no es como darse un chapuzón. No hay que esforzarse, solamente darle espacio. Como si alguien fuese a darte un masaje con las palmas de las manos. A medida que la película avanza, si el espectador lo permite, los personajes sabrán que uno está mirándolos y ellos van a disimularlo y mantendrán sus conversaciones pero sin perder su intimidad. Lo que sucede es que uno pasa a ser parte de esa intimidad. También si el espectador lo permite, la música dejará de vestirlo y pasará a abrigarlo y luego a recorrerlo. Le harán cosquillas. Lo tocarán en un hombro y se escondarán en el otro.
Chihiro ama sincera. Tiene la inocencia sin contaminar. Y seguro tocaría muy bien el piano.
La discusión sobre si la felicidad viene en forma de instantes o si es una actitud de vida la vengo teniendo conmigo mismo desde hace años y aún no conozco la respuesta. Es más, durante la mayor parte del tiempo ni siquiera sé si soy feliz.
No sé cuánto tiempo había transcurrido de la película pero en un momento salí de ella. Me di cuenta de que había estado sumergido y me encontré acurrucado en la silla, abrazándome las rodillas y con la sonrisa grabada en la cara. Supe que hacía un rato que estaba de esa forma. Los violines, los vientos y los timbales me tenían sin respiro. Estaba igual de lejos que siempre de la respuesta a mi dilema sobre la felicidad. Sin embargo, en ese momento supe que estaba siendo feliz.
La película es una delicia. Es enamorarse. Es viajar.
Es volver a ser chico por un rato. Y que ese día sea tu cumpleaños.
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Matías
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2 de junio de 2010
11:47
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Estoy en España y digo "vale". O sea... "vale". No digo "ok", sino "vale". Cualquiera. Si mi amiga Juli me escuchara se reiría más que cuando me escuchó hablar en portuñol. Creo que también se indignaría un poco porque pensaría que me quiero hacer el español; pero no es así, me sale naturalmente. Siempre se me pegan los regionalismos.
En los días como hoy, Madrid hace que te cagues de frío.
Nota: Má, quedate tranquila que salí con campera y gorrito.
Hoy fui al Museo de Arte Reina Sofía. Vi muchas obras de Picasso y me di cuenta de que me gusta mucho.
Tienen una sala entera donde sólo están El Guernica, muchos espectadores y dos personas que todo el tiempo escrutan al público y gritan "¡No foto! ¡No foto!". A mí me dio curiosidad y le pregunté a una que por qué no se podía sacar fotos y me djo que la gente siempre se olvida de sacar el flash y que la obra "se ha deterioriado considerablemente". Ahí tenés.
Mi conflicto con la pintura resurgió. Ojo, yo sé que me pasa por ignorante pero posta que no me genera nada cuando veo un lienzo blanco con una raya negra. A ver... yo sé que no es "un lienzo blanco con una raya negra", probablemente sea la angustia del pintor por la infinita lejanía de la realización de las utopías de los pueblos oprimidos mientras que el universo indiferente se expande dejando galaxias a su paso, condensado en una raya negra. Y quizás el tipo miró durante horas el lienzo y tuvo un proceso introspectivo profundísimo, le cortó una pierna a su hija, obligó a su mujer celíaca a comerse un tostado de jamón y, con toda su bronca, culpa y angustia fue a su taller y "¡zas!" dio el pincelazo.
Ponele. Pero no se me ocurre eso.
Igual, ojo, me doy cuenta de que soy un ignorante y es más, si escucho a uno que dice algo como "¡joder, tío, que eso hasta podría hacerlo yo!", me empaco para el carajo. No, tontito. No, cerebrito de nuez, poca cosa, caca. Vos no podrías hacer ni eso. No le digo nada, eh, pero pienso unas barbaridades que ni te cuento.
En el Museo de Miró todo fue distinto. Tuve guía, explicó todo y todas las rayas en los lienzos tuvieron sentido.
Así está bien, me gusta.
Me estoy congelando. Hasta después.
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Matías
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1 de junio de 2010
2:15
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Hubo una vez un sapo que estaba en la orilla de un lago. Estaba recostado en una roca observando el cielo y un escorpión lo observaba de atrás de unos arbustos. Se acercó al sapo y le dijo:
- ¿Me ayudarías a cruzar al otro lado del lago? Yo me subo a ti y tú nadas hasta el otro lado.
- No, no puedo hacerlo. Si tu te subes a mí, puedes picarme y voy a morirme.
- Piénsalo, si yo te pico en el lago tu morirás pero también yo moriré; porque si tú te hundes, yo me hundo y moriré junto contigo. Sólo quiero ir al otro lado, ¿me ayudarás?
Después de meditarlo por unos segundos el sapo accedió;
- Está bien, yo te ayudaré. Te llevaré al otro lado del lago y luego tu seguirás tu camino.
- Estoy de acuerdo.
El escorpión subió en el sapo y con mucho esfuerzo el sapo ya iba a mitad del lago cuando sintió un picotazo en su cabeza, inmediatamente se detuvo y le preguntó al escorpión:
- ¿Por qué me picaste? Ahora moriremos los dos.
- Discúlpame, no quise hacerlo, pero no pude evitarlo… esa es mi naturaleza.
Fábula anónima.