Aves migratorias y el por qué de no chocar en otoño
Escrito por Matías | 2 de octubre de 2009 2:35 | Dejame un comentario (los del globito ya escribieron)
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Al mes de comprarme mi primer auto, choqué.
Corría un 31 de mayo, era sábado y yo había acordado con mi amigo Dani para juntarnos con su vecino a tocar la guitarra. Advertí al llegar a su casa que me había olvidado las facturas en la mía y decidí volver a buscarlas. Volvía por la calle Yatay, pasé Jumbo, pasé la otra calle y doblé en Estado de Israel con el semáforo amarillo mirándome. Afortunadamente me salió bien la parte de eludir a la señora que cruzaba la calle por la mitad pero fallé al querer esquivar al auto estacionado y al taxi en doble fila contra el cual finalmente me estrellé.
Un mes y medio más tarde cuando mi auto estaba casi listo para ser vuelto a usar, Claudio, mi mecánico, advirtió que el cinturón de seguridad estaba roto y que tendría que desembolsar un poco más de dinero. Entre nosotros, amigos míos, ¿cuánto puede costar un nuevo cinturón? Seguramente una suma insignificante al lado del gasto total.
Pocos números guardan la dulzura del sonido de tantas eses juntas más que seiscientos. Sin embargo, cuando viene acompañado de "pesos" se asemeja mucho a cuando uno baja una escalera a oscuras y está absolutamente seguro de que aún queda un escalón más y pisa firme esperando el hueco y se topa contra el piso proximísimo.
¿Sabés qué pasa...? - inquirió retóricamente Claudio, en mayo hay que traerlos de afuera.
Lucas ya me había explicado cómo era el sistema pero yo nunca había terminado de creerle. Los trunis son aves migratorias como las golondrinas. Son extremadamente nerviosas y se las puede reconocer fácilmente por una cresta de púas negras en la mitad de la cabeza, ojos bien abiertos con los párpados tensos y los dientes apretados hasta casi sacar chispas. Bajo condiciones naturales nunca duermen y han sido un gran problema para muchas poblaciones nativas. Luego de varios años de experimentación el hombre urbano aprendió que estas aves sólo pueden dormirse con el run run de los autos. Al entrar al estado de REM los párpados y dientes se relajan dando espacio a una expresión facial mucho más apropiada para un ave. Ellas duermen en ese dispositivo desde el cual uno tira para sacar el cinturón de seguridad y donde él mismo sabe enrollarse solito. Pero ¡eso sí! Por más que el run run provenga del más plácido viaje que uno esté haciendo a Tandil, es indispensable tirar del cinturón de seguridad suavemente, lento... con delicadeza... que al fin y al cabo le estás haciendo una caricia a un ave... porque sino, indefectiblemente, el truni se despierta, los nervios vuelven y ¡zac! los dientes se cierran convirtiendo a la boca en un calabozo. Y ahí notará Usted, amable lector, cómo le resultará imposible seguir desenrollando el cinturón a menos que se detenga y empiece nuevamente pero con esa delicadeza zoológica que le expliqué...
¡Hey! ¡Seiscientos pesos, te dije! Repitió Claudio. ¿Qué hacemos? Sino tenés uno por ciento cincuenta, pero usado...
Jajajaajaj!
Y encima no fuimos a tocar la guitarra con Abel, yo no recuperé mis Cd's, que los tenía él, y las masitas quedaron aplastadas...
Pero igual las disfrutó quien en ese momento aún no sabía lo que nos depararía el futuro.
Lo peor es que jamás fuimos. El título tendría que haber sido "Cómo quedar mal gratuitamente con un vecino guitarrista", pero eso excluía completamente a los pequeños trunis.